viernes, 11 de septiembre de 2009

La que vuela

Me dijiste que tronaba fuerte y te fuiste. En ese entonces yo solía aprovechar mis tardes lluviosas tocando Debussy en algún piano olvidado de la escuela pero ese día me quedé plantada por tu respuesta en medio de una calle inundada de gritos y soledades, torrentes. Me dijiste que sólo pasaba cuando llovía, que era una oportunidad en una. Y te dije “Vete”. Ahora que siento la misma lluvia como un golpe continuo de tu recuerdo quiero decirte porque te dejé ir. La verdad es que ya no puedo escuchar música sin salir volando de este mundo a un universo alterno donde tú nombre y la luna tienen igual significado, la vez pasada me pasó en un elevador y para evitar salir disparada de aquí me abracé a una señora que nada culpa tenía.

Tú no sabes lo que haces. Te dije miles y miles de veces mientras tomabas de mi cintura y apretabas más fuerte tu vientre contra el mío. Tú no tienes idea.
Los carros que pasaron ese día por mi lado salpicando sus risas en forma de oleajes urbanos me dieron a entender que por una vez la vida se había quedado vacía, pero entiende bien que no era así por el hecho de que te fueras, no alimentes tu ego de esa forma. La vida ya estaba vacía desde antes de conocerte, o probablemente desde que te conocí. No recuerdo una risa tuya que no fuera ligada a frases dolientes y llantos que subían y bajaban como en una polea por mi cuerpo. Yo lloraba en los rincones olvidados de tu cuello y tú llorabas entre mis piernas. Nos creímos tan felices y éramos tan miserables.

Realmente por eso dejé que te fueras, porque no podía aguantar tus ganas de hacerme ir y venir como si se tratara de un yo-yo, ni tus constantes esfuerzos por hacerme sentir menos que tu televisión. Vete que yo seré la que vuele entre árboles y cielos despejados. Vete que yo seré la que vuela.