miércoles, 31 de diciembre de 2008

No te pido que te quedes

No te pido que te quedes, es más quiero que te vayas lejos, pero que me tomes de la mano y a donde vayas me lleves contigo.
Quiero ser tu equipaje,
convertir mi cuerpo en tu casa,
ser tu ama de llaves,
tu baúl secreto,
tu rincón de nada,
tu parte de todo,
la palabra que falta
y la palabra que sobra,
tu beso de buenas noches,
tu beso de buenos días,
la llama que te prenda,
el primer café que tomes,
el fuego que te queme,
la última cerveza que bebas,
la herida que más duela,
la mano que la cure,
el motivo de tu risa,
el vaho de tu aliento,
quiero ser de ti,
entrar en tu cuerpo,
y quedarme ahí.
Quiero que me veas y hundirnos en minutos,
que el tiempo se muera y aún nos miremos
pero no me mal interpretes, no te pido que te quedes, es más...
prefiero que te vayas lejos.

Fumame a mí

Yo no fumo cigarros, te fumo a ti, a ti que lo enciendes ingenuo pensando que por mi garganta sólo entra nicotina y alquitrán, pero eres tú.
Tú en bocanadas de noche gris amorfa que invade las vías respiratorias y se almacena en los pulmones, rompe con alviolos distraídos en olas de pasión intensa y me matas, porque sería utópico pensar que no haces daño, pero matas lento y sabe dulce y obtienes un placer casi enfermo al respecto y ¿para que mentirte? yo también. Te siento al llegar a ese rincón de mi pecho, al expulsarte consumirme entera, consumirte tú y vuelvo a meter el cigarro a la boca y me chupo tu aliento y absorbo tu voz. El humo nos nubla mientras los cuerpos se agotan hasta que sólo quedan dos colillas en el piso. Me miras, me ofreces otro. Pero yo ya no fumo cigarros. Fumame a mí.

Tú de mí

¿Sabes que es lo que más me gusta de ti? tu entrega, tu forma de hacer y no hacer las cosas, la libertad para hacer sólo aquello que quieres, para estar solamente con quien quieres estar. Yo no te conozco, te absorbo, me convierto en ti. Yo no te conocí, te soñé al mediodía, te suspire una mañana cualquiera y te fumé una noche sin luna.
Me acuerdo cuando tú no eras tú, tú para mí, y me acuerdo cuando yo no era yo, la yo sin ti. Recuerdo respirar un aire distinto, uno que no salía de ti pero para ser franca, no me acuerdo a que sabía.

Recuerdos

Otra vez escribo y las palabras que escupe la pluma dejan inevitablemente ese sabor a ti. Yo no sé, de verdad no sé porque siempre empiezan y acaban en ti. No es que te recuerde constantemente, simplemente no te olvido y te fundes en lo cotidiano. Te veo todos los días pero sólo a veces te reconozco.
Hoy la luz se filtró por mi ventana y el frío recogió sus cosas y se fue. Es de esos días claros y coloridos que no me recuerdan para nada a ti, entonces ¿Por qué te escribo? Tal vez es diciembre y la estela de tu nombre que se quedó en las noches de ese invierno y de todos los que le seguirán.
Sabes, finalmente se aprende a vivir con cualquier cosa y ya me acostumbré al repiqueteo constante de tu risa en el centro de mi pecho, ya no siento tu aliento cada vez que llueve ni recuerdo lo que se sentían tus manos sobre mi piel, y a veces me siento tan orgullosa al respecto que me digo "ya no lo quiero" y me lo creo, lo peor es que me lo creo todo, a pesar de que a veces caminando por la calle estalle en carcajadas que vienen como olas de la nada y ropmen entre la gente que me mira extrañada por haber recordado alguna incoherencia de esas que sueles o solías decir. Me defiendo pensando que no es a ti a quien echo de menos, sino la caída de tu pelo, las películas extranjeras, el corredor del arte, el whiskey de tu padre, los paseos por el centro comercial, las bromas de tus amigos, las pláticas existenciales, la cerveza entre dos, las figuras en el pavimento, la reja de tu casa y tu perro...
Sí, no te extraño a ti, extraño a tu perro.

lunes, 8 de diciembre de 2008

El último cigarro

- que bello es sentirte y respirar tu aire.

Eres cómo el último cigarro, tienes que fumarlo lento, inhalarlo suave, retenerlo el mayor tiempo posible y esperar que de alguna forma no se acabe.