viernes, 31 de diciembre de 2010

(paréntesis personal)

Estaba leyendo el blog de una amiga y aunque las reflexiones de año nuevo ya están muy trilladas hoy en día creo que tal vez la de este año sea la que más valga la pena. 2011 y sólo falta un año para el 2012 y no ese que yo crea que se va a acabar el mundo pero en definitiva el tiempo pasa cada vez más rápido, vivimos cada vez más rápido. 
He empezado a hacer mis propósitos de año nuevo y he definido mis metas para el próximo año, esta vez, a diferencia del año pasado en que 4 de mis doce uvas se fueron en desear adelgazar, estoy contenta con lo que he definido que quiero hacer. 

1) dejar de fumar
2) reír
3) aprender
4) amar
5) reír más

Este año fue un año de desapego, mi mamá me dijo todos los días del año que no hice absolutamente nada, pero está en un error, dejé una relación que no me hacía bien, dejé una carrera que no quería estudiar, amé muchísimo, me desgasté y aprendí que mi felicidad y mi bienestar es mi responsabilidad, me levanté y pedí ayuda y eso fue un avance enorme. 
Ayer pisé por primera vez en 10 años una iglesia, y no porque no hubiera ido antes, lógicamente me tocó ir a algunas primeras comuniones y bodas y misas, pero ayer sentí que necesitaba ir a la iglesia, sentí que necesitaba paz y pensé que aunque no soy partidaria de la religión, en ese lugar encontraría la paz que necesitaba. Así fue y prendí una vela por mí y una vela por ti. Pedí al Maestro que me ayudara a amarme a mi misma, porque hasta que yo no haga eso, no podré dejar de sentirme sola.

Así que mi meta principal es amarme a mi misma, mis propósitos son sencillos, y mis deseos son fuertes. Porque no importa cuantos años nuevos pasen, ni cuantas veces el reloj marque las 11:11, todos los días de todos los años de toda mi vida voy a creer: en las personas, en la vida, en el destino, en Dios, en las oportunidades, en los milagros, en la magia, en los amigos, en la familia, en el amor, en la voluntad pero sobre todo en mí.

Un próspero año nuevo a todos mis lectores y a todos mis amigos, que el año que viene esté lleno de más aprendizajes y tengo la esperanza de que todos tendremos la fortaleza para hacer frente a las señales que nos da la vida y cambiar para bien, cambiar para ser felices. 

Gracias a todos. 


jueves, 30 de diciembre de 2010

Tal vez la gente no es feliz porque tiene miedo de ser feliz. Porque no sabe como, porque está tan acostumbrada a no serlo que no sabe hacer otra cosa.
Y todo podría ser tan fácil si tan sólo no tuviéramos tanto miedo de cambiar.

sábado, 11 de diciembre de 2010

Breathe

Me gustaba sobre todo recostarme en su pecho, no tanto por el sentimiento que me daba de que nada en el mundo pudiera ir mal sino por la simple seguridad que me dejaba el escuchar el ritmo de su corazón y de sus pulmones. Me encantaba recargar mi oído en su pecho y comprobar con cada latido que estaba vivo, que todo esto era real, me gustaba sobre todo escucharlo acelerarse cuando lo tocaba y volver a la normalidad cuando se me ocurría romper el silencio. El no podía decirme que me quería pero los latidos me lo decían todo.
“Podría pasar toda mi vida así.” – pensé, simplemente escuchando su respiración, su latir, simplemente comprobando con cada segundo que estaba vivo podía ser feliz. Claro que podía. Era así de fácil.

jueves, 2 de diciembre de 2010

Credo

Te creo porque quiero creerte, porque tengo que creerte. Te creo porque cuando me preguntas por qué existo o por qué soy, la única respuesta en la que creo es que fui hecha para ti. Te creo porque en esas noches en las que estuve sola del otro lado de la cama te inventé. Te creo día con día te vuelvo a crear y a veces, cuando estás de malas o cuando estamos juntos y pasa la gente tengo miedo de que no seas real. Te creo porque en tu cama no duele el mundo, sólo dueles tú. Te inventé de retazos de vidas pasadas, te creé de personajes y de sueños, te hice de lo que quise ser. Y es que a veces cuando no estoy contigo te pienso tan fuerte y sé que de un momento a otro habrás de aparecer en mi puerta, gritando bajo mi ventana, en mi cocina, en mi cuarto o simplemente en mí. Te creo, porque te quiero te creo aunque tú no me quieras, aunque tú no me creas, aunque no sea a mí a quien tanto esperas.
Te creo, te quiero, te invento y estoy segura que en cualquier momento habrás de aparecer.

viernes, 12 de noviembre de 2010

stay the night

La cama huele a ti, 
mi pelo, las manos, mi piel, el cuarto y todo,
indiscutiblemente,
a ti.



Aunque no te diga ven,
llega. 
Quédate esta noche.
Prendamos el fuego.
Que de tu cuerpo y mi cuerpo
no quede nada
más que esperar la mañana,
recoger las cenizas
y este olor a ti.  

viernes, 22 de octubre de 2010

El desierto

Había un aire de misterio en aquél hombre que ahora me tomaba de la mano para atravezar la noche. Me dijo que quería conocer el mundo conmigo y me llevó al desierto y en el desierto pude ver las estrellas como nunca las había visto. Acostada en la arena le pedí que me contara la historia de Sansón, me dijo que no era católico. Creo que debo empezar a leer la Biblia.
Alto y muy delgado, sabía que podía defenderme, cuidarme y que nunca dejaría que algo me pasara, aún así no lograba sentirme segura a pesar del café, a pesar de su brazo alrededor de mi cintura. Al amanecer no podía recordar cómo demonios había llegado ahí, el aire frío de la madrugada me pegó en la cara. Pronto será invierno.
Porqué me había dejado llevar era algo que me quedaba bastante claro. Quería, en efecto, conocer el mundo. Quería sentirme segura. Quería aprender, vivir un sueño, besar a un hombre y no obstante sentirme libre.
Prendió una fogata, tomó mi mano.
- Mi mundo se está extinguiendo.

Supe que no podía quedarme un segundo más, porque en China empezó un terremoto que no tardaría en abrir la tierra a mis pies y tragarme entera, tragarme para siempre. Y sin embargo.
- No te vayas.
Le pedí que no me dijera cosas tan tristes, me dijo que era la realidad aunque no lo fuera, aunque no tuviera que serlo. Puedes dejar que tu mundo se apague pero no voy a dejar que el mío se extinga contigo.
El desierto nunca volvió a ser el mismo.

martes, 28 de septiembre de 2010

tormenta de nieve

Nací. Se dice que en el momento en que se es expulsado del vientre de la madre, en ese momento en que el doctor, la partera, el esposo o una amiga, sostienen en sus manos al nuevo ente y a éste se le da su primer golpecito en la espalda; en el momento en que se te abren los pulmones por primera vez y entra esa bocanada de desolación que viene con el aire del mundo, desde ese punto en el que se puede gritar y llorar de la manera más libre para expresar el descontento, desde ese instante tienes vida. Sin embargo, a través de mis bien o mal vividos 26 años, me he dado cuenta que el momento en el que en realidad se comienza a vivir es un punto marcado en tu línea del tiempo al que, por lo general, puedes volver y decir: Fue aquí. Si no es así, tienes de dos: o eras todavía muy pequeño como para recordarlo, o de plano, todavía no estás vivo. Mi diagnóstico sería lo segundo.
Irónicamente el momento en el que empecé a vivir, fue cuando me di cuenta de que iba a morir si no lo hacía. La vida para mí es el límite, el borde del abismo, la frontera entre dos mundos, pero no entre el cielo y la tierra, o el mundo físico y el mundo espiritual, no. La vida es la frontera entre decidir que quieres ser feliz y pensar que ya lo eres. Es la línea intermedia entre la ambición y el conformismo.

Cuando tenía 12 años, una tarde de plena pubertad, bajé a la sala hecha un mar de lágrimas y le grité a mamá que me quería morir. Su respuesta fue mi primera gran lección en la vida.

- “Nada más, no hagas mugrero.”

En ese momento entendí que, en efecto como leí en un libro para niños 20 años después: ríe y el mundo reirá contigo, llora y tienes que limpiarte la nariz tú solo. Unas palabras de aliento o un te amo me habrían mentido por años. La verdad se retorcía con el humo del cigarro.
Mi relación con mi madre me enseñó tantas cosas, la mayoría de las personas aprenden lo que es el rechazo, lo que es amar y no ser amado hasta que cumplen 16 años y se enamoran por primera vez. Mi madre me dio la oportunidad de aprenderlo antes.


Son las 10:18 p.m en mi reloj, pero no sé qué hora sea en realidad, ni tampoco en que meridiano o a cuantas millas de la línea ecuatorial me encuentro. Hace 6 horas que tomé un avión de Nueva York al aeropuerto de Tokio. No estoy casada, trabajo esporádicamente como traductora, he vendido mi casa, voy por mi hija.

Decidí que mi primera hija sería Fubuki en un viaje a Oaxaca que hice con una de mis mejores amigas cuando tenía 20 años. Había leído un libro en el que Fubuki era un personaje bastante infeliz pero fuerte, orgullosa y de honor. Decidí que mi hija no sería infeliz. En la playa un vendedor de tatuajes de hena me mostró algunos posibles símbolos, de entre los kanyis que me mostró, el primero que vi fue el de tormenta de nieve que en japonés se dice Fubuki. No creo en las coincidencias. Seis años más tarde vengo en busca de lo que el destino me pidió que hiciera.
Es por eso que he decidido recapitular en aquellas cosas que construyeron mi vida, todas aquellas personas y situaciones, palabras y miradas que le dieron un giro permanente a la rueda, en otras palabras: quiero recapitular el cambio.

Creo que todos en algún momento nos hemos prometido que no cometeríamos los mismos errores de nuestros padres, es poco probable que lo hagamos, pero, es seguro que cometeremos nuevos errores que serán igual de terribles. Mi madre nunca me pegó, porque cuando ella era pequeña su madre la había golpeado hasta el cansancio, resultado; yo hubiera preferido que mi mamá me pegara a que se pasara toda la vida reclamándome no ser la hija que ella quería que fuese, hubiera preferido sus golpes a su indiferencia o, en todo caso, me parecían la misma cosa.
Quisiera ser la madre perfecta, pero difícilmente lo seré. Escribo esta carta para mi futura hija pero sobre todo para mí misma.

吹雪,
Empecé a morir cuando cumplí 16 años, no recuerdo el momento exacto, pero sé que fue entre haber decidido que quería ponerme a dieta y cuando mi maestra de inglés me dijo que un plátano tenía más calorías que un chocolate. El descubrimiento mortal: las calorías.
Todo el mundo tiene un gran problema en su vida, el mío fue la anorexia, una anorexia que ahora va a afectarte a ti, porque sigue siendo parte, irrefutablemente, mía. Fubuki, me tomó tiempo darme cuenta que la muerte no me había alcanzado en esa cama de hospital en la que casi caigo en coma, sino años antes. Me había alcanzado en mi necesidad de cerrar los ojos cada vez que me cambiaba, me había alcanzado en el odio que llegué a sentir por mí misma, en todo ese asco que a veces aún me encuentra. Yo nunca quise ser yo pero peor aún, nunca acepté que yo tenía que irremediablemente ser yo porque, simplemente, no podía ser otra cosa. Ahora, a pesar de que aún tengo recaídas, comprendo que yo tenía que ser yo para tenerte a ti.
No le temas a la muerte, Fubuki, porque la muerte no es el abandono del mundo terrestre, la muerte es levantarte un día y saber que no quieres abrir los ojos y encarar tu reflejo. La muerte es rechazar la felicidad. La muerte es tú decisión. En todo caso, ten miedo de ti misma.
Al menos en mi vida, la muerte era no poder sentirme satisfecha. Era el dolor que traía el hecho de que no hubiera una persona en el mundo que pudiera hacerme sentir hermosa. Pero con el tiempo entendí que nadie podía hacer eso por mí. Lo único que yo había querido de mi madre era poder ser hermosa ante sus ojos, pero para ella siempre fui o muy tonta, o muy gorda, o muy flaca, o muy dramática, o muy desordenada, muy otra cosa que se alejaba de lo que ella necesitaba que fuera. Fubuki, para mí, eres perfecta. Quise tenerte desde hace 6 años, quise que fueras de nacionalidad japonesa porque las mujeres asiáticas, a mi parecer, son las más hermosas. Te deseé, te necesité, te amé mucho antes de haber hablado con la encargada del centro de adopción, mucho antes de que me dijeran que había una muchacha que estaba embarazada, mucho antes de conocer a tu madre biológica, de hablar con ella y que me dijera “lo único que le pido es que conserve el nombre que escogí: Fubuki, cómo mi abuela”, y el mundo, con sus coincidencias, me demostrara que Dios existe y que, en efecto, tiene un plan para todos. Pero por más que te ame, no puedo hacerte sentir satisfecha con lo que eres, porque hoy entiendo que antes que escucharlo de mi madre, necesitaba creer yo misma que aún con todas mis fallas, simplemente ser yo podía ser suficiente.

Alguna vez me dijeron que en el momento en el que te embarazas, buscas instintivamente estar con tu madre, siempre dudé que, en mi caso, fuera a ser cierto. Pero ahora que estoy camino a conocerte, comprendo que es verdad. Si bien, no tengo a mi madre a mi lado, instintivamente he vuelto a su recuerdo, a las cosas que hacía, aquellas cosas que hizo mal, aquellas cosas que le agradezco y al amor que me tuvo como mejor supo tenerlo. Fubuki, mereces lo mejor que alguien pueda darte. Lo que más le recrimino a mi madre fueron sus prioridades, porque entre ellas nunca figuramos mi hermano y yo, ni siquiera mi padre. Su prioridad principal fue su enfermedad, su actividad diaria era estar enferma y lo único que no le perdono fue haber rendido a ello, año con año, una parte de sí misma. Para cuando cumplí 19 años, mamá ya no era ni madre, ni esposa, era sólo una especie de ente que viajaba de su cuarto a la sala, que fumaba y no hablaba, no comía, ya ni siquiera lloraba. Me sentía culpable pero ¿Qué culpa podía tener yo?
Amor, yo también estoy enferma y la anorexia ha sido el centro de mi vida por años, hasta ahora dirigía mi salud física, mental, mi relación con los demás y hasta mi vida sexual. ¿Qué culpa tienes tú? Fubuki, en el último avión que tomé me despedí de la anorexia, aunque sé que seguirá siendo parte de mi vida; el centro, ahora, eres tú. Yo no voy a rendirme. No toda la historia se repite.

Crecí rodeada de libros, una de las cosas que más le agradezco a mamá fue haberme metido libros hasta en la sopa, como consecuencia los libros fueron mis únicos amigos, me enseñaron un mundo increíble, del que hasta ahora estoy enamorada, un mundo que sueño compartir y recorrer contigo, pero un mundo completamente solo, un mundo aparte. Aprendí a leer, alrededor de mis 4 años, antes de entrar a la escuela, pero hice mi primer amigo, yo sola, cuando cumplí 20. La vida es tantas cosas y el libro más grande que puedes leer es el mundo, la historia de tu vida es la que puedes escribir e ir releyendo con los años, un libro cuyo sentido cambia todos los días.
No te encierres, no te alejes, no te pierdas. Todos los días tienes una nueva página y con el tiempo esas nuevas páginas pueden reescribir una historia cuyo final no te gustaba. En la medida en que te permitas hacer las cosas, irás descubriendo que nada es imposible.
La promesa más grande que he hecho, la hice hace 10 años. Me prometí que jamás dejaría de hacer algo que deseara, hay gente que pasa su vida arrepintiéndose de no haber hecho por miedo, lo que querían hacer. Arriésgate. Vive en extremo, sin límites, haz historias de las que te puedas reír mañana y durante toda tu vida. Haz al menos un mejor amigo, besa a alguien aunque no creas volver a verlo, vete de pinta, escápate, ríete. Al final, lo único que no puedes solucionar, son aquellas cosas que nunca hiciste.


Conocí a Oscar cuando tenía 17 años, lo recuerdo perfectamente. Estaba en casa de una amiga y llegó junto con otros dos amigos, nos sentamos a platicar, me pidió que le diera un poco de desinfectante, me miró a los ojos y supe que él iba a ser el amor de mi vida. Enamorarse es así de fácil. Basta con hablar hasta las 3 de la mañana una noche, basta con mirarlo a los ojos para saber que abandonarías todo lo que tienes por estar con esa persona. Lo difícil es hacer que ese amor funcione. Han pasado casi 10 años. Recuerdo perfectamente la noche que me dejó, lloré 17 horas seguidas y a partir de ese día juré que jamás volvería a llorar tanto por un hombre. Fubuki, no vale la pena.
He tenido tantas relaciones conflictivas, al final me di cuenta que ninguna me funcionaba porque esperaba que, mágicamente, llegara un hombre que me hiciera la mujer más feliz del mundo cuando ser feliz era única y exclusivamente responsabilidad mía.
El amor es lo más grande que existe, pero sólo el amor que puedas tenerte a ti misma moverá montañas y cruzará desiertos. No abandones todo por un hombre. No dejes tu felicidad en las manos de otras personas, compártela con quien tú quieras, pero que sea tuya, Fubuki, así jamás alguien podrá quitártela. La felicidad es tu responsabilidad y en medida que relegas un poco de esa responsabilidad a los demás, en la medida en que tu felicidad depende de lo que sientan o hagan otras personas vas a ir perdiendo un poco de ti misma, al final, si no tienes cuidado, puedes quedarte sin nada.

Esas han sido hasta ahora las cuatro lecciones más grandes de mi vida, aquellas experiencias cuya finalidad ha sido aprender a desapegarme de las personas y de las cosas, aprender que la responsabilidad de mi salud es mía, que no se puede vivir esperando a que la felicidad llegue montada en un caballo blanco ni esperando llenar las expectativas de tu familia. No te rindas ante la muerte, no te rindas ante la soledad, no te rindas ante el amor, no te rindas ante ti.
Te lo digo a ti, Fubuki, pero sobre todo me lo digo a mí misma.

Sobre todo a mí misma.

sábado, 11 de septiembre de 2010

Esa noche

"no me hubieras dejado esa noche"
-café tacuba

No te besé, porque besarte era perderte.
Nadie debería subestimar un beso.
Un beso habría bastado para deshacer mi vida,
para darme cuenta de todo lo que no tengo
y empezar de cero.
Y no empezar de nuevo.
Un beso habría quedado en un beso,
en una noche lo suficientemente larga
cómo para matar recuerdos.
Besarte hubiera sido olvidarte
después de tenerte,
después de encontrarte.

Y dónde quedo yo?
Y dónde quedas tú?

No besarte fue la excusa perfecta para verte.
No cerrar la puerta,
abrir las ventanas de este cuarto,
cada vez más vacío, que soy.
No te besé.
No podía.
Porque besarte significaba, necesariamente,
perderme.

Y dónde quedas tú?
Y dónde quedé yo?

receta médica

50 miligramos de felicidad
controlada
desgarrada.
Amarrada a estas sábanas,
una semana sin levantarse de la cama,
sin dormir, sin llorar.

Yo no sabía
que esto era la vida
no vivir y no obstante
morir todos los días.

martes, 7 de septiembre de 2010

un martes común y corriente

Di vuelta en la esquina, en ese momento me percaté de que había olvidado de donde venía y hacia donde iba, no podía recordar que hacía ni que pensaba, no sabía de quien eran las piernas que se movían bajo mi mirada y no encontraba forma alguna de relacionarme con ellas, había perdido mi cuerpo, había olvidado todo. Me sentí loca.

Vi el autobús y las cosas empezaron a caer lentamente a sus respectivos lugares, reconocí las piernas como mías, el sabor a café me recordó a una amiga y, en el vaivén de mi mochila, encontré la certeza de que la vida es tan efímera y tan breve como caminar una cuadra. Como dar vuelta en la esquina y no saber quien eres.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

la vida

Es quedarte dormida en el trayecto de tu casa a la escuela, abrir los ojos y no saber exactamente cuanto tiempo estuviste dormida. Debieron ser días, debieron ser años.

viernes, 27 de agosto de 2010

perder el tiempo

Ya nada tiene sentido. Se me olvidó escribir, las palabras ya no me saben a lo mismo. Ahora ya no me cabe duda de que la vida va tornándose cada vez más absurda, al menos mi vida. Ya no sé que es real.
Si me preguntan como estoy, supongo que bien, pero sólo supongo. Estoy? No estoy? no sé. Ayer mi mamá terminó de leer un libro de murakami. Hay gente como yo que sólo puede pensar en el pozo.

Nada de lo que hago me gusta ahora. Me arden los ojos, me duelen los pulmones. Fumo de más.

Qué pasa?

En qué momento nuestras vidas cambiaron tanto?

Fue un segundo lo juro. Un segundo que nada más no vi venir. Mucho menos pasar.

sábado, 21 de agosto de 2010

(paréntesis personal)

creo que voy a cambiar el blog porque ya me desesperé con él, últimamente también siento que he tenido un bloqueo y pues mejor aprovechar ese tiempo reconstruyendo esto.

regreso pronto.

miércoles, 11 de agosto de 2010

Maybe I wanted to disappear so bad,
Maybe I just felt so invisible
That my whole body started to vanish.

sábado, 7 de agosto de 2010

Habrìa querido detener el tiempo una noche.
Pero el tiempo es el tiempo.

Aunque el tiempo y tú.

sábado, 5 de junio de 2010

La casa del árbol

La construimos en un terreno baldío que con la ayuda de nuestros padres y vecinos tomó la forma de un pequeño parque, digno de nuestros juegos infantiles. La casa la hicimos mi padre y yo. Mi padre y yo y Nino.

Nino era el chico de la casa de enfrente. Se había mudado poco antes de que yo naciera. Él dice que recuerda el día y el momento exacto en que me conoció, pero creo que sus recuerdos se fueron construyendo a partir de una anécdota que mi madre exprimió hasta secar por completo y que contaba cada vez que alguna visita llegaba a la casa y nos encontraba a mí y a Nino jugando videojuegos o peleando en la sala o comiendo pan con cajeta.

− Fue cuando Gina cumplió un año. Regresábamos de su fiesta de cumpleaños, yo apenas podía con ella, la pañalera y algunos regalos. Estaba por abrir la puerta cuando un niño que se paseaba en su triciclo se acercó y me preguntó “¿cuántos años tiene?” Le respondí que hoy cumplía un año e inmediatamente preguntó muy indignado: “¿Por qué no me invitó a la fiesta?” ¿Te acuerdas, Nino?

A lo que Nino respondía siempre que sí y agregaba uno que otro detalle a la historia para confirmarlo. Yo sabía que Nino mentía simplemente porque cada vez daría un detalle diferente y contradictorio: un febrero traería un jersey rojo, un abril usaría una camiseta azul, recordaba que hacía un calor demoniaco en octubre y en diciembre que había sido justo después de una tarde lluviosa. Aún así, nunca me atrevía a confrontar la veracidad de su historia, tal vez porque siempre tuve la ligera sospecha de que dentro de la mente de Nino cada detalle, por contradictorio que fuera, había sido indiscutiblemente verdad.

Nuestra casa del árbol no era como cualquier casa, era una verdadera obra de arte. Mi padre se encargó de ello. Había hecho todos los muebles de la casa y encontraba la carpintería más que un trabajo una pasión. Cada fin de semana me sentaba en un banco en una esquina de la cochera y lo veía trabajar. En cada corte de la sierra, en cada línea que delicadamente trazaba con el router, veía en sus ojos el brillo que debe de tener un alpinista al llegar a la cima del Everest. Mi padre no era carpintero, era un artista.

Así, en un rato de ocio, mi padre nos colocó a Nino y a mí una careta, unos lentes protectores, un par de guantes y nos puso a trabajar. Nos tomó dos semanas de nuestro precioso tiempo de verano acabarla. Pero al final se erguía más hermosa que el Taj Mahal, o al menos para Nino y para mí así era. Para Nino y para mí y para mi padre.

Resistente a todo tipo de inclemencias, la casa del árbol aguantó todos nuestros juegos y nuestras guerras. Aguantó la nieve, la lluvia y el columpio que le añadiríamos después como un anexo al que alguno de los dos huiría después de una pelea acalorada. La casa permaneció intacta a través de los años. Era como si los días no pudieran tocarla, como si mi padre, en su artesanía, hubiera prevenido el paso del tiempo con un barniz que no corroyeran los años. Cuando estábamos ahí no existía tiempo, ni distancias, no había nada más que Nino.

Después de su creación la casa fue el punto de reunión por excelencia. Al principio compartíamos el terreno con los niños del vecindario, pero poco a poco la casa fue tornándose algo íntimo, un secreto.

− Ya no me cae bien José, hoy le pegué en la cara y le dije que no volviera.
− Está bien.
− Ya no quiero compartir la casa, Gina. Ya no invites a nadie.

En ese entonces yo no había entendido que lo que en realidad no quería era tener que compartirme con otros niños. La casa era de los dos por el simple hecho de que ambos la habíamos construido, pero yo pertenecía exclusivamente a Nino.
Mi mamá me decía Nina, porque cuándo aprendí a hablar no podía pronunciar mi nombre de otra forma. Cuando conocí a Nino, puesto que la anécdota de mi madre no figura en mi memoria, me presenté como Nina. Uno pensaría que tal coincidencia nos uniría en una amistad prácticamente indestructible, pero Nino encontraba más relevante nuestra afinidad por coleccionar bichos y jugar videojuegos.

− Tu nombre es Gina.

No soportaba que yo pudiera ser una versión de él en femenino.

Los intentos fallidos de mi madre por darme un hermano resultaron en la prácticamente perpetua estancia de Nino en nuestras vidas. Paseos familiares con Nino, día de pesca con papá y Nino, llamadas de atención en la dirección con Nino, funerales con Nino. Aún ahora, después de tanto tiempo, sigue visitando a mi madre los jueves por la tarde. Toman café y hablan de muchas cosas. Nino no fue el hermano que nunca tuve pero para mi madre sigue siendo el hijo que no pudo tener.

Como era de esperarse, en nuestros años de adolescencia la casa del árbol se convirtió en nuestro refugio. Si ya había en años pasados tomado el papel de nuestro escondite secreto, a medida que crecimos se volvió más sagrada, mucho más íntima, más nuestra. La primera vez que me besaron no fue en la casa del árbol, sino unas cuadras lejos de ahí, en el puesto de helados de la señora Chayo con un niño que se llamaba Jaime o Javier, no recuerdo bien su nombre, al que le cambié un beso por un helado. El beso no fue en la casa del árbol, pero el berrinche que hizo Nino cuando se enteró sí.

Sería lógico asumir que Nino y yo eventualmente terminaríamos enredados en algún tipo de romance, pero a mí nunca me gustó pensar que Nino fuera mi novio. Nino era Nino y punto. Cuando cumplí 16 años Nino esperó en la casa del árbol con un pastel sorpresa a pesar de ser pésimo cocinero.

- Sabes que estoy a dieta
- Pero es tu cumpleaños.

Los minutos en los que Nino cortó el pastel me parecieron eternos. No comí y Nino no me habló por dos semanas.

La casa del árbol era un cofre del tesoro, donde guardábamos cada momento que era digno de recordar. Anotábamos la fecha y la colgábamos en una de sus incorruptibles paredes. Se llenó el día 24 de noviembre del 2001 en que, mientras llovía, Nino y yo nos besábamos en el piso. No fue por eso. Unos momentos antes yo había llegado empapada hasta los huesos a la casa y había visto a Nino contemplando el vacío que se acumulaba en el piso e iba formando un pequeño charco.

− ¿Nino?
− ¿Crees en el amor?
− Sí.
− Yo no.

El padre de Nino había muerto cuando él era muy pequeño. No sabía nada de él, excepto que su madre lo amaría por siempre (al menos eso le había dicho). Ahora iba a casarse de nuevo.

− No quiero estar vivo, ya no.
− No seas payaso Nino.
− No es por eso, ¿nunca has sentido que nada de todo esto tiene sentido? Todo me parece una farsa. Gina, la vida es una total y completa farsa.
− No lo es.
− El amor es una farsa.

Siempre he pensado que para probar un punto hay que, en efecto, demostrarlo en la práctica. Ese día reafirmé su fe en la vida y en el amor de la mejor manera que se me ocurrió.

Las crisis existenciales en Nino no eran algo poco común. En realidad, esa sólo fue una de tantas. Después de años de ser amigos ya me había acostumbrado a ellas, al igual que Nino se había acostumbrado a mis dietas innecesarias, pero yo sí sabía cómo curarlo de todas sus dudas mientras que él nunca pudo si quiera empezar a entender las mías.

A pesar de que Nino y yo crecimos juntos, la vida mientras estaba con él era muy diferente a lo que en realidad era. Salir de la casa del árbol, desprenderme de los brazos de Nino significaba para mí lo mismo que ser arrojada al mar en una balsa de madera.

Nino y yo no asistíamos a la misma escuela, pero de haberlo hecho se habría dado cuenta que yo nunca era con los demás como lo era con él. No tenía más amigos, ni amigas, no me invitaban a fiestas, ni a grupos estudiantiles, nadie se burlaba de mí ni me hacía la vida imposible. Yo era por definición invisible. Llegar a casa, puesto que la casa del árbol se volvió más hogar que mi propia casa, era existir, era estar viva. Los únicos ojos que me veían eran los ojos de Nino. Empecé a darme cuenta de que mi vida se limitaba a la casa, a sus paredes de madera, a su columpió chueco, a nuestros libros y nuestros juegos. Después de la escuela corría a la casa del árbol y nunca volvíamos a casa hasta bien entrada la noche.

Mi padre murió el verano en que la casa cumplió 10 años de haber sido construida. Era un hombre muy sano, un poco subido de peso, gentil y amante de los perros. Su único defecto fue haber vivido para mi madre. Ese fue el primer funeral al que fui con Nino y se quedó conmigo hasta que la señora que hacía el aseo en la capilla empezó a barrer sobre las lágrimas de mamá.

− No entiendo esto.
− No te preocupes por entenderlo, no se puede.
− ¿Recuerdas cuando me dijiste que la vida era una farsa?
− No hables de eso.

Tal vez si en ese momento hubiéramos hablado al respecto, la idea se hubiera evaporado de mi mente. Tal vez una caricia o un beso hubieran hecho el truco pero, además de ser pésimo cocinando, Nino no poseía mis dotes curativos.


No quiero decir que fue la muerte de mi padre la razón por la que Nino y yo empezamos a pelear tanto. Mi padre no tenía la culpa, lo que menos había querido había sido morirse. Sin embargo, a partir de ese momento mi cuerpo empezó a asumir físicamente la invisibilidad que hasta entonces Nino había logrado dejar fuera de la casa.

− ¿Recuerdas cuando me dijiste que ya no querías estar vivo?
− Eso fue hace mucho tiempo.
− Nino, a veces siento muchas ganas de morirme.
− No seas ridícula.

A partir de ese día ya no pude ver a Nino a los ojos, porque en el miedo que emanaba de ellos era imposible no vislumbrar mi propia muerte.

Nino no estaba enojado conmigo, inclusive ahora sé que no me odia por haber hecho lo que hice. Los detalles del suicidio me parecen completamente irrelevantes comparados con los días que Nino permaneció en la casa del árbol sin derramar ninguna lágrima. No salió de ahí más que para aparecer furtivamente en el funeral y abrazar a mi madre. Ese fue el segundo funeral que Nino pasó con nosotros, más concretamente con mi madre.

Después de ese verano Nino no volvió a la casa del árbol y a ésta parecieron pegarle de golpe todos los años que los tres habíamos podido esquivar. Lo primero en caerse fue el columpio. Poco después fueron cediendo el techo, las paredes invencibles y la escalera. Al cabo de un año ya sólo quedaban unas cuantas tablas en las ramas que nos habían sostenido a mí y a Nino. A mí y a Nino y a mi padre.

viernes, 4 de junio de 2010

Sábado 5 de junio del 2010 (1:37 am)

(extraído de mi diario personal)

Gabrielle:
La vida se ha vuelto tan difícil. No recuerdo en que momento o creo que más bien es que recuerdo el momento exacto en que me di de cara contra el piso...

Quisiera que fuera posible vivir de sueños, en burbujas que no puedan tocar ni ser tocadas.

A veces, de verdad, quisiera estar sola aunque yo sola es suficiente para volverme loca. Yo sola gano y pierdo y no encuentro.
Será que me tomo muy enserio la vida? Este cumulo inútil de horas y minutos que no pasan o pasan sin mí.

Qué va a ser de nosotras, Gabrielle, dentro de 5 años?

Qué va a ser de mí?

No estoy segura de que me guste del todo esto de vivir.

miércoles, 5 de mayo de 2010

just things

(paréntesis personal)
[Abrí esta libreta y encontré algo, es chistoso como a veces te enajenas tanto de las cosas que escribes que, cuando vuelves a leerlo parece que lo escribió otra persona. En fin, esto creo que se supone que iba a ser el principio de algún tipo de novela o cuento, como siempre yo sólo colecciono principios de esas cosas, nunca puedo escribir algo más largo que dos hojas, es mi maldición hahahaha bueno...basta de prolegómenos innecesarios.]

I believe you never really get to know somebody and now that I think of it I don't believe we ever did try. As I watch them live I understand, they don't love each other for who they really are, but for who they think they are, for whatever potential they might had have of being whatever they needed on the first place. I guess I always knew how fake it all was, how fake it still is. i see her now crying over my still body but her tears are not for me as much as they are for herself. Her eyes were always empty and that vaccum was me. She never really loved me altough she thinks she did. I don't blame her, she never knew me.
The word "mom" doesn't guarantee anything.

If anyone should ask what happenned I guess it started the day I was born, February 21st 1993, but even after that November afternoon things haven't changed. That's the saddest thing. I can't say it was the main reason but I did hope something big might change them, maybe I just wasn't as big as I thought.

[Creo que iba a tratar sobre un suicidio, tal vez le siga algún día...]

domingo, 18 de abril de 2010

c'est la vie

Lloré. Atrapada en el espejo, encerrada en el fondo de la botella de rimel. Yo no sabía que verme a la cara podía ser tan duro cómo hablar en público.

Codo a codo, acostadas en el suelo, sentadas a la mesa. Amémonos un té.
Te encuentro distraída calculando medidas y preocupandote de más, como acostumbras a hacer. Intento abrazarte, pero querer abrazarte es como sostener agua en las manos. Más que imposible, efímero.

Te dije que te amaba mientras corrías. En ese entonces todavía usábamos pantalones de mezclilla y los días iban y venían con la acostumbrada calma de un tranvía aplastándonos los pies. Creo que te extrañé tanto que de recuerdos te volví a hacer, ésta vez tal cual siempre quise que fueras.

Acabas de hacer café y vuelves a mi. Yo no sabía que podías ser tan efímera como el agua que se va entre los dedos, mi vida. Yo no sabía que la vida podía ser así.

martes, 13 de abril de 2010

No te perdono

No te perdono no estar conmigo
No te perdono tus manos ni tu boca
ni la caricia inconclusa de tu voz en mi oído.

No te perdono ahora
lo que ayer no hicimos
ni lo que haremos mañana.
No perdono el silencio testigo
ni el prematuro asesino
de las palabras que callas
mucho menos el despiadado homicidio de la frase sincera.

No te perdono,cobarde
defensor de la moral en juego
ni valiente oportunista de la razón perdida.
No te perdono "te quiero"
indirecta premisa
ni el prólogo a tu silencio
ni el epílogo de tu risa.

lunes, 5 de abril de 2010

y esas cosas...

Creo que es un hábito indeseable,
o un tic nervioso o un aullido de agonía
leer poesía en el idioma en que habla
el hombre que amas.

miércoles, 31 de marzo de 2010

Perderte el tiempo

"Por favor, sea breve" dijo la vida.
Y viví mi breve vida, pensando en ti.

lunes, 29 de marzo de 2010

dialogue

Es difícil luchar contra ti, cuándo en mi cuarto sólo suena tu voz.
Es difícil no amarte, si al final, cuándo se van todos, sólo me quedas tú.

tengo miedo

me miras con asco, me cubres entera
es díficil hablarte y contarte
juzgarte, excusarte
me hablas al oído

tómame la mano
sácame de aquí

domingo, 21 de marzo de 2010

estaciones

No he tenido una primavera desde hace años. No hay tiempo, ni ganas, ni nada. Hace años que en mi jardín no hay flores. Hace siglos que no duermo en pijama.
La vida ha cambiado tanto, dejó de ser detalles, se convirtió en trabajo. En el trabajo de levantarse todas las mañanas y abrir los ojos y los pulmones, de vestirse y alcanzar el camión.
No tiene porque ser así.
No quiero que sea así.

Hace dos inviernos que no tengo la sensación de morirme de frío. Algunas mañanas no sobrevivo más que de café y cigarros. Creo estar bien.
Creo, eso dije.

Aproximadamente hace 3 años no tenemos un otoño de verdad, las hojas empiezan a caerse en septiembre con la primera helada, helados los árboles, heladas las manos, aguanieve de octubre en lunas de noviembre.

El verano no llega, el verano no está, nunca ha estado, no existe. El verano eran tus brazos y la irradiación de tu cuerpo de cielos despejados. El desierto verano, el vasto imperio del sol.

Las estaciones de mi vida en los meses de la tuya, hace tiempo que no estoy viva. Hace tiempo que no hay tiempo, hace tiempo sin ti,
y sólo hace eso.

viernes, 19 de marzo de 2010

cotidianeidades

Me masturbo, y después, aún sin aliento, con las mejillas rosadas y algo de sudor en la frente enciendo un cigarro.
Días como hoy, sé que no necesito a un hombre, pero también entiendo que sí.

miércoles, 3 de marzo de 2010

the biggest lie

te pregunté que pensabas del suicidio
o de la vida o de mí
lo que realmente quería era decirte
"me quiero morir"
y te pregunté
¿cuánto me quieres?

domingo, 28 de febrero de 2010

mártir de amor

Cigarros de noche.
Alejandro Filio para el amanecer, sin ti.
Porque estás y porque no, ¿por qué no?
Me preguntas y te canto,
Me reclamas, me levanto y hago una que otra estupidez,
para que me sigan tus ojos
y tu voz me bese toda la noche.
Por una vez me siento mujer,
amada y hermosa.
Mártir del amor,
gracias por tu voz,
gracias por las noches de luna
en las que si no estuvieras tú,
no haría otra cosa que llorar.

martes, 23 de febrero de 2010

por aquí paso

Me río,
Te ríes.
Me hablas,
Te escucho.
Me ves,
Te imagino.
Me llamas,
Te miro.
Me prendes,
Te aviento.
Me abres,
Te dejo.
Me escribes,
Te espero.
Te duermes
despierto.

ni sí ni no

Ayer soñé contigo, no puedo con esto.
Más de una vez éste mes he pensado en hablarte, verte, decirte todas esas cosas que nunca te dije. A menudo me pregunto, si me fuera a parar enfrente de tu casa, si saludara a tu perro y me ladrara de nuevo con familiaridad....¿que haría? explícame que haríamos cuando nos tuviéramos frente a frente y no nos pudiéramos decir absolutamente nada, porque ya pasó el tiempo o porque no pasó, porque ambos sabemos que una palabra bastaría para volcarnos el pasado encima.
Tú nombre está maldito, no sabes con cuanta ansiedad te tengo dentro, las letras de cada pensamiento acomodándose en tu lugar, quiero gritar tu nombre, no, quiero gritar por ti. Pensar que te tuve frente a mi hace unos meses, pensar que estuviste conmigo, que te sentaste en mi cama, que viniste a mí ¿por mí? no lo sé. Sí no dije nada es porque en el momento pensé que tú tenías algo que decir, te fuiste de nuevo, nos quedamos igual.
Quiero decirte que no te extraño, es imposible extrañarte. Te llevo en la piel, mi primer error cuando te fuiste fue convencerme de que te olvidaría, hace poco me di cuenta que ni cien amores, ni mil situaciones, ni el tiempo, el espacio podrían separarme de ti, de tu boca y de tu pelo que me late por dentro. La solución nunca fue olvidarte, fue acostumbrarme a vivir así.
Fuiste y siempre serás mi primer amor, en mis dedos cargo tu voz, en mis piernas tu música y tu falta de sobriedad.
Eres religión.
innegable.
eterno.
Una palabra tuya bastará para renunciar a todo y volver a ti.
Porque no puedo olvidar como te di mi vida, aún tienes mi corazón amarrado al cuello, pero mi amuleto sigue siendo un nudo en la garganta.

miércoles, 17 de febrero de 2010

de más

A partir de este momento me declaro completamente incompetente respecto a todos los sentidos de la vida. Desde este punto en adelante mis palabras serán basura, retazos de piel que quedarán de esta guerra. Me preguntas ¿quién soy?, pero sólo haría flata una mirada para darte cuenta de la verdad: Nada. Y el misterio no existe, y yo no soy nadie soy nada per tú no eres todo. Tengo amarrado al cuello el único testigo de mis noches en vela, mi color favorito es el blanco. Esa es la historia, la historia es que a partir de este punto no puedo seguir adelante, arrastro las piernas para untarme de la ceniza que dijiste traerías mañana, no hay un mañana, existe el ahora, el ya, lo inmediato, lo jsutamente injusto y este piso y este cielo que son testigos de un punto que se desvance en la tierra. La vida es así, llena de oleajes de aire desno qeu te detienen en seco, me detienen en seco,
para hablar de mí.

La historia de mi vida no tiene absolutamente nada de interesante, es la historia de una muerte prolongada y ahí paré de contar, desde este punto en adelante, lo que puedas pasar está de más.

ofuscación nocturna

Estoy harta.
Perdida en todos los rincones donde se acuesta el sol
e irreflejada en todos los espejos del mundo.
Invisible,
ópaca,
muerta.
Soy una estrella que ha perdido su luz demasiado pronto,
soy esa nube que estorba al alba.
Si hace frío me encuentro a mi misma revolcada entre el polvo
y escribo cosas sin sentido,
sin estilo,
sin vida.
Hay atardeceres perfectos
y hay otros que no valen madre.

martes, 9 de febrero de 2010

Otro intento fallido

Hablemos de sexo, de ti y de mi. De nosotros.
Hablemos de esas miradas que penetran a fondo,
De estas caricias que nunca llegan a nada,
de el eterno vaivén de nuestros gestos.

Hamblemos de sexo,
de como este silencio imperpetrable llama,
grita en torno a nuestros cuerpos que nunca se tocan,
el beso que nunca nos damos,
de esta huída y este perseguir interminable.

Hablemos de sexo y este fuego que consume
de nuestras mentes cada sutil pensamiento
en el que fortuitamente se atraviesa tu nombre
y se clava en mi pecho como un puñal violento,

Hablemos de esto y que nuestros labios no engendren
palabras, que tus ganas de mí y este fervor incontenible
nos coman, que de las puntas de tus dedos emane pasión.

Hablemos de este ir y venir de tus manos
por mis muslos que se alejan abruptamente.
Tengo ganas de verte pelear en mi contra
y al final ante tí rendir mi última esencia.

Hablemos de sexo, de ti y de mi. Nosotros.
Digámonos todo lo que nunca se ha dicho.
Habláme de mí hasta que te tiemblen las manos
Hablemos de sexo o mejor quedémonos
callados.

martes, 5 de enero de 2010

No son horas

En las noches eres plenamente física, estás aquí a mi lado viéndome escribir.
No sé que decirte ya.
Tu voz se ha hecho más fuerte, que te has hecho?
Estás lindísima, como siempre, tu mano suavemente se agrieta sobre una taza de café.
Y me miras.
Y te siento.
Cada vez más cerca, aquí adentro tiemblas.
No puedo con todo esto, te quiero.
No puedo.
No quiero.
No entiendo.
Estamos bien, al menos por hoy.
Hoy te vi en el reflejo de un plato limpio.
Sentí tu miedo como antes, sentí aquel pavor tan mío.
Te habías ido siquiera?
Quiero llorar. Préstame tu hombro, que tu mano atrape éste grito ahogado.
Déjame dormir.
Déjame olvidar.
Déjame seguir.