sábado, 28 de marzo de 2009

y otras tantas tonterías

Me pregunto ¿qué hago con mi vida? ¿qué soy? ¿qué somos? Las mismas preguntas que todos se hacen pero que nadie responde con algo más que no sea "tienes 19 años deja de pensar en tantas tonterías” pero yo no le veo lo tonto, sigo preguntando ¿a dónde vamos a seguir? Prefiero eso que preguntar ¿a dónde vamos a parar? de todos modos, me parece más productivo porque todos van a parar en un panteón con flores encima y yo voy a seguir aquí caminando sin dejar huellas. Ahora me pregunto qué pasa con este mundo que no tiene ni pies ni cabeza? E intento construirle una crítica que no tiene caso porque no sé ni quién soy, ni que estoy haciendo, ni sé porque siempre se me ocurre algo bueno cuando no tengo con que escribir a la mano, así que escribo en mi cabeza, intento guardarlo en mi memoria pero no se queda. Recuerdo cuando pregonaba que nunca iba a ser conformista y sin embargo me he inundado en la rutina, en lágrimas que ahogan cada hora entre las paredes y los gritos de mi madre. La melancolía de estar viva, la tristeza de existir y esta sombra que me sigue aún cuando no hay sol, melancolía que se alimenta de café, sexo y cigarros, todas fuentes de orgasmos, porque si no lo sabes, la melancolía se alimenta de orgasmos, de orgasmos improrrogables claro, improrrogables como cualquier día, como cualquier tarde, como este sol que desparece y deja en su lugar otra luna mientras que yo me cambio de banca y me cambio de nuevo, y voy saltando de banca en banca de acorde el sol gira en el horizonte, porque eso hago en mi tiempo libre: saltar soles; y de repente se va y me lanzo detrás de él, entonces la imagen de una niña corriendo sosteniendo a Julio de la mano y una idea en la cabeza, como un sombrero con flores que se multiplican y ahora se derraman y se para a recogerlas para seguir corriendo y la genta la mira, no sabe si echarse a reír o correr con ella. Yo sigo persiguiéndolo y no lo alcanzo, entonces se me caen todas las ideas de la mano como flores del último verano de una vida sin vida. Porque por más que lo pienso solo la entiendo vacía, aunque intente sentir algo más que esta decadencia mis pies ya no dejan huella y la gente la mira y ya no saben si echarse a llorar o correr con ella.

jueves, 19 de marzo de 2009

Desorden

Son ráfagas de cotidianeidad que pegan fuerte, golpean primero en las rodillas como probando los reflejos y cuando te encuentras sobre el piso proceden a destriparte de tajo. Desde el colchón el mundo tiene una horizontalidad alfombrada y rugosa, la ropa está tirada en el piso, siempre me ha recordado a mí misma: de varios colores, arrugada y quietecita, esperando por ser acomodada, organizada por forma y tamaño, clasificada y encerrada. Ahí estamos la ropa y yo inmóviles, entonces aparecen los libros: abiertos, cerrados, regados por todas partes, de todos los tamaños. Hacen fila de uno en uno para golpear mi conciencia y ver si se pierde, si en una de esas se asusta y se va corriendo. Pero ahí sigue mi ser inerte, la cabeza en el colchón y la horizontalidad de una tarde sin lluvia, en la que cualquier otra persona podría ser feliz. Yo no. Yo no, porque la ropa está tirada y los libros de uno en uno van golpeando mi cabeza… así no se puede..

Minutos

Hay luces que mitigan el alma mientras que los relojes la miden, ahora vale 24 minutos y tú te vas porque te resulta muy caro quedarte a charlar conmigo. Lo llamamos depresión por ponerle un nombre a este estado de inactividad y falta de pasión, pero no es depresión, es identidad, es existencia. Es la devaluación de mi alma tirada en la cama junto a las almohadas que me abrazan en tu lugar. 25 minutos. Es la crisis económica me dices, y yo entiendo, me callo y me enrollo en las sábanas, no quiero hablar al respecto. 25 minutos que no estás dispuesto a gastar en verme llorar porque te parece una pérdida de tiempo y me pregunto, esperando que respondas por mí y no llega porque ahora vale 26 y se incrementa más rápido de lo que ninguno de los dos podemos costear, crece a cada segundo, ahora mide 26 y medio, imagínate. Pero eventualmente llega a 60 y vuelve a 0 y entonces me quieres de nuevo, con una sonrisa en mi rostro, pretendemos que la vida va bien, que no pasó nada, que me amas incondicionalmente y sólo un poco más cuando empieza la mañana o cuando termina la noche. Pero no hace falta que digamos nada porque ahora mide 10 minutos y ya te parece demasiado ancha, entonces no me queda nada más que hacer que regresar y consolar al alma que se quedó en la cama enrollada en las sábanas y quitar de una en una las almohadas que se burlan calladas para hacerme espacio y abrazarla, ahora mide 12 minutos y tú me dices que engordé. 13, 14,15 y 16. Para cuando llega a 20 ya no me quieres.