miércoles, 27 de agosto de 2008

Sonata en Mí

En las cuerdas podía ver por breves instantes pedazos de alma que se aflojaba con el tiempo, por eso había que tensarlas cada semana, tocarlas para que no olvidaran que tenían que servir. Con el arco tomaban vida y me dejaban sentirlas, reír o llorar con ellas sin necesidad de un gesto o alguna señal que delatara que estuviéramos sintiendo. Ahí afloraban mis deseos y mis temores y se escuchaban resonar en el espacio, chocar contra las paredes y darse duro de nuevo contra mí, en mí, en su caja de madera que resonaba, repicaba con cada lágrima que dejé salir de vez en vez.
Envidiaba su música porque cuando tocaba dejaba de ser yo para convertirme en él, para mezclarme con las cuerdas, con los instantes en La y los momentos en Mí donde nacía de nuevo y comenzaba a crecer entre el Sol y la lluvia que siempre caía cuando tocaba más de lo que tenía permitido.
Las curvas y el color entre marrón y guinda, que nunca tuve y nunca tendré…entre los pedazos de mi alma y las cuerdas, me sentía tan fea, tan fea y tan llena de ti y de ella. Por momentos no importaba que era ni que sería porque estaba ahí, oculta entre las melodías, detrás del instrumento que se recargaba en mi pecho como dolido y desesperado, pidiéndome con ansias que hiciera algo más de él, algo más de mí.
Y lo dejé, lo dejé porque tenía miedo de juntar los pedazos de esa alma que me parecía tan ajena, porque tenía miedo de perderme entre sus cuerdas, de opacarme con sus curvas, de dejar de vivir. Escuchaba tu música, por momentos me olvidaba que eran mis manos sobre tu cuerpo las que hacían que de acordes y notas sueltas empezara a llover, cada vez que en Mí vibraba tu Sí.