miércoles, 31 de diciembre de 2008

Recuerdos

Otra vez escribo y las palabras que escupe la pluma dejan inevitablemente ese sabor a ti. Yo no sé, de verdad no sé porque siempre empiezan y acaban en ti. No es que te recuerde constantemente, simplemente no te olvido y te fundes en lo cotidiano. Te veo todos los días pero sólo a veces te reconozco.
Hoy la luz se filtró por mi ventana y el frío recogió sus cosas y se fue. Es de esos días claros y coloridos que no me recuerdan para nada a ti, entonces ¿Por qué te escribo? Tal vez es diciembre y la estela de tu nombre que se quedó en las noches de ese invierno y de todos los que le seguirán.
Sabes, finalmente se aprende a vivir con cualquier cosa y ya me acostumbré al repiqueteo constante de tu risa en el centro de mi pecho, ya no siento tu aliento cada vez que llueve ni recuerdo lo que se sentían tus manos sobre mi piel, y a veces me siento tan orgullosa al respecto que me digo "ya no lo quiero" y me lo creo, lo peor es que me lo creo todo, a pesar de que a veces caminando por la calle estalle en carcajadas que vienen como olas de la nada y ropmen entre la gente que me mira extrañada por haber recordado alguna incoherencia de esas que sueles o solías decir. Me defiendo pensando que no es a ti a quien echo de menos, sino la caída de tu pelo, las películas extranjeras, el corredor del arte, el whiskey de tu padre, los paseos por el centro comercial, las bromas de tus amigos, las pláticas existenciales, la cerveza entre dos, las figuras en el pavimento, la reja de tu casa y tu perro...
Sí, no te extraño a ti, extraño a tu perro.

1 comentario:

Anónimo dijo...

La historia