viernes, 18 de abril de 2008

Por si me muero hoy

El tiempo nunca volvió a ver algo tan grotesco como ese día en el que abrí la puerta y su corazón había explotado, había pedazos de ella en las paredes, habían nombres tirados por todas partes. Nunca nadie supo que pasó, se buscó un culpable pero no se encontró ninguna solución.
Tenía 18 años, la gente lloró pero no dejaron de olvidarla. Nadie la conocía y dudo que el interés que se propagó rápidamente en la ciudad implicara algo más que morbo. Cuando los médicos llegaron hubo una ola de nausea que cruzó por la puerta de salida y se sintió hasta Malasia. La gente se tomaba de los hombros, se recogían el pelo, se apoyaban en las paredes y vomitaban una y otra y otra vez, mucha gente murió esa noche a causa de la deshidratación.
Ella sonreía desde el suelo pegajoso en el que se encontraba tirada envuelta en una coagulante sustancia que impregnaba el espacio de un olor metálico por lo que no era esto lo que ocasionaba el olor nauseabundo, este emanaba del interior de su alma donde todo ya estaba podrido. Antes de morir me llamó, el teléfono sonó dos veces y colgó pero dejó un mensaje en la bandeja de entrada del computador.

"Y si me muero hoy que el mundo sepa que exploté de tristeza, de amar tanto me sequé por dentro y ya no queda nada que se pueda rescatar. Y si al fin muero hoy quiero que la gente entienda que la vida es poco menos que un juego y el mundo da tanto asco por que no importa que tanto quieran ocultarlo al fin de cuentas sólo hay mierda."

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