miércoles, 16 de abril de 2008

A mí:

Nunca terminé de entender.
Las sabanas frías salpicadas de estrellas a mil años luz. No las pudiste alcanzar.
A veces me sonreías y por momentos creía saber que pensabas. Entre la maraña de nudos de tu cabello que brilla sólo cuando el cielo es azul se atoraban las palabras que nunca salieron de tu boca porque aprendiste a hablar por los dedos.
Niña, fuiste una camisa de cuadros demasiado grande de un hombre que nunca existió, eras ropa interior blanca y un sostén talla 32 para el que nunca fuiste suficiente.
A veces te observo desde lejos, en realidad nunca imaginé que tan sola podías llegarte a sentir. El pasto era demasiado corto, la escuela estúpida y vacía, traías un libro demasiado pesado en la mochila razón por la cual nunca aprendiste a usar zapatos de tacón.
Recuerdo cuando intentabas maquillarte y tu mamá te miraba sin motivo alguno, nadie te enseñó a ser mujer, fuiste sólo un vago intento.
Las horas de la madrugada a las que te costaba tanto trabajo alcanzar, llegaron hoy a mi puerta y preguntaron por ti, nadie sabe donde estás ni en que momento te fuiste, saliste a correr las mismas tres millas, ahora estás a 25 años luz de aquí, en aquella cama donde diste tantas vueltas buscando unos brazos que te hicieran sentir algo más que no fuere este vacío, cierro los ojos y te veo en algún rincón de aquel astro del que me hablabas tanto.
Yo nunca entendí que eran lágrimas tus estrellas, tu foto un espejo y tu universo un pozo en el que te retuerces de miedo y de frío.
Ya no llores por mí.

1 comentario:

fery dijo...

(: etapa a etapa, juntas siempre